Por esa razón solo queda mirar al presente y al futuro. Hemos tenido ocasión en los últimos días de asistir a la dramatización de textos escritos por mujeres del S. XVII, a cargo de la compañía La otra Arcadia. Los titiriteros de Binéfar han llenado algunas de nuestras calles con la picardía elegante y el arte ingenioso de aquellos tiempos de miriñaques y máscaras. ¿Un criado arreglando los desaguisados de sus amos, recibiendo palos y dando mas él mismo…? ¡Si…! ¡Es Fernando Aguado, de la compañía Morboria…! Quiero decir Scapin, el personaje de Molière… Y qué decir de la voz y de la sublime presencia de Alberto San Juan, recitando los conocidos poemas de los mejores poetas y poetisas del Siglo de Oro, presentes en todas las antologías…
Para esto los organizadores de las Jornadas han trabajado y sentido en las últimos cuarenta años de Jornadas: para que HOY actores, directores, escenógrafos, iluminadores y público sigamos llevando a cabo la verdadera revolución del S. XXI, que es mirarnos a la cara, hablarnos, cantarnos y transmitirnos emociones e historias… a través del aire, sin más soporte que la comunicación verbal y visual. Se llama Teatro.
Si Dios y las Musas quieren, lo trabajado en los últimos meses será la base en la que se asienten las XLI Jornadas del año 2025. La rueda sigue girando. El encuentro entre público y actores, con cuarta pared o sin ella, no va a parar. Se llama Humanidad. Contacto. Somos animales de compañía. (De las de teatro y de la otra, de la de hacer cosas en común).
Sin huellas no hay futuro. Si no tenemos en cuenta la historia, pocos días felices nos aguardan. Aprender es observar lo terminado para no errar demasiado en lo que queda por hacer. Es legítimo y necesario en este cumpleaños de números tan redondos, hacerse eco de lo apuntado por Antonio Serrano, fundador de las Jornadas, en una reciente entrevista: Supimos que luchábamos contra el tiempo y aceptamos el reto. Y creo que vencimos, porque hoy se nos llena la mente de recuerdos inolvidables: de seres sabios que llegaron a nuestra llamada sin reserva ni condicionantes, de artistas fundamentales que trajeron su grandeza y humildad por bandera, de jóvenes ansiosos de conocer, de adultos deseosos de compartir. Y esos días todo se transformaba en una fiesta triunfante de sensibilidad y humor, de trabajo y ocio, de respeto y camaradería, de placer y obligación. Pretendimos, y lo logramos, hacer compatibles las cañas y las tapas con los versos de Calderón, de Lope, de Tirso o de Teresa de Jesús. Hablábamos el mismo idioma: la sed de arte, de cultura y de vida.
Ahora toca leer los textos de los clásicos, adaptarlos, contactar con los colectivos dramáticos y académicos… Organizar las siguientes Jornadas, en suma. Llegaron los cuarenta: es solo el comienzo.